La mente de mono o el deseo de experiencias sensoriales – Serie “Meditar: 5 obstáculos para la práctica”

El deseo de experiencias sensoriales es el más común de los obstáculos para la práctica de la meditación (y también para la tranquilidad y la vida consciente en general). A la mente no entrenada que se interesa obsesivamente por cualquier estímulo menos por meditar le decimos cariñosamente «mente de mono» entre los practicantes budistas. En este artículo encontrarás una reflexión sobre este obstáculo y tres estrategias para hacerle frente.

mente de mono

La mente de mono es la mente no entrenada bajo el influjo del deseo de experiencias sensoriales y su comportamiento nos recuerda al de un joven y codicioso mono. Este juguetea en un árbol lleno de frutas y salta de rama en rama, ve una fruta que le gusta, le da un mordisco y enseguida la tira para ir a por otra fruta que le atrae más.

La mente de mono no está interesada en la fruta ni siquiera en una fruta concreta, lo que le interesa es la novedad, la huida hacia adelante, la evasión. Buscamos salir del pensamiento que ocupa nuestra mente en un momento concreto a través de un nuevo pensamiento o de un nuevo placer supuestamente más atractivo.

La mayoría de los seres humanos estamos tan inmersos en el hábito mental de la dispersión que no lo notamos porque es el estado habitual de nuestra mente. Sin embargo, sí podemos notar las consecuencias de la mente de mono. Por ejemplo, notamos que algo le pasa a nuestra «cabecita loca» cuando al cortar un tomate terminamos rebanándonos un dedo.

Qué encontrarás en este artículo

El deseo de experiencias sensoriales

A este segundo obstáculo de la meditación nos los encontramos por puro hábito, por costumbre. Nos sentamos a meditar y cuando queremos prestar atención a la respiración surgen las distracciones. Nos duele la rodilla, nos pica la espalda, pensamos de forma obsesiva en que no apagamos la estufa antes de meditar o tenemos el pensamiento de que meditar es una pérdida de tiempo. Cuando empecé a meditar recuerdo que incluso pensaba en qué importante era que estaba meditando mientras estaba meditando. (True story.)

Hace unas semanas vi un meme que decía «vivir sin ansiedad debe ser como apagar la campana de la cocina». Con la mente de mono pasa lo mismo sólo la notamos cuando desaparece.

El deseo de experiencias sensoriales se expresa a través de las fantasías y las ensoñaciones sobre el Futuro y el Pasado con las que intentamos aliviar de forma temporal el sufrimiento y la insatisfacción del Presente. También incluye las fantasías sexuales, fantasías con la comida y cualquier clase de fantasías, que ya sabemos que la imaginación humana puede ser muy creativa. Desde pensar en que nos ganamos la lotería y qué haríamos con el dinero hasta el pensamiento de «ojalá le vaya mal» dirigido hacia alguien que nos ha lastimado.

 

Viajes mentales

Este obstáculo, fundado en el deseo neurótico, surge a menudo en formato de auténticos «viajes mentales» que nos alejan de este mundo en el que la mayoría de las veces no podemos tener lo que queremos y nos llevan a un mundo imaginario. Ese mundo alternativo tenemos todo eso que queremos, incluso tenemos a las personas, como si estas fueran objetos y no sujetos de derechos. Ese mundo alternativo siempre es una romantización, un paraíso perdido o uno por conquistar.

A mí la mente de mono me recuerda también al comportamiento relacional llamado «monogamia secuencial» en el que cada relación está terminando desde que comienza. Cada vínculo sexo-afectivo (la fruta a la que le damos el mordisco ahora) se convierte en la promesa de iniciar la conquista del siguiente (fruta nueva). En realidad la persona con la que nos relacionamos es lo de menos, ni la actual ni la siguiente nos interesan, lo que nos importa es no asumir que nuestro comportamiento relacional daña a los demás.

Este obstáculo está íntimamente relacionado con el primer obstáculo, el odio y su prole (la mala voluntad, la rabia, la ira, el resentimiento, la aversión, la hostilidad, la frustración, la molestia o la irritación). ¿Por qué nos obsesionaríamos con fantasear una vida alternativa si no es porque odiamos y rechazamos la que tenemos?

Quizás estés pensando que abstenernos del fantaseo indiscriminado y sin escrúpulos puede suponer que nos hemos conformado con las condiciones terribles que hay en el mundo, pero no es así. Aceptar no es conformarse. El deseo de que el mundo, la humanidad y nosotras mismas seamos más justos, es totalmente válido, legítimo y hábil. Pero si te obsesionas con ese deseo y en su nombre dejas de dormir o te entregas al odio hacia algún grupo de personas probablemente terminarás maltratando a tus seres queridos más cercanos.

El placer obtenido a través de los sentidos

Para los budistas la mente es un sentido como la vista o el olfato. Aunque el placer que viene de los sentidos puede resultar muy agradable de experimentar, también ceder ante él sin reparos puede apuntalar alguna «cárcel» de la que seamos «presas». Tal vez afiancemos alguna adicción o quizás algún comportamiento evasivo que nos dé placer momentáneo, pero que no nos está permitiendo resolver los conflictos con nuestros seres queridos.

Más libertad implica más consciencia, no menos, por lo que ceder al placer sin distinciones no deja de ser un comportamiento torpe. Necesitamos iluminar al placer obtenido a través de los sentidos con la luz de la consciencia y la del razonamiento ético dado que a menudo nuestras fantasías y todo lo que hacemos para regocijarnos en ellas daña a otras personas y a nosotras mismas.

No es que el placer sea algo malo en sí mismo y que por ello debamos quitarnos toda clase de placer. No, no es eso. A veces se hace este tipo de interpretaciones que no ayudan a la práctica de una vida consciente. Lo que buscamos, al practicar mindfulness en y fuera del cojín de meditación, es tomar consciencia de lo que sucede en nuestro cuerpo y en nuestra mente-corazón para poder decidir qué hacemos con lo que pensi-sentimos o senti-pensamos. 

Lo habitual es que no notemos lo que nos pasa. Por ejemplo, estamos enojadas pero no lo notamos ni mucho menos lo decimos, por eso terminamos armando un buen lío en casa porque a alguien se le cayó la servilleta. El verdadero conflicto está el fondo de todo y con suerte nos damos cuenta después de varios días. Hay otras personas que simplemente se entregan a un ataque de ira y le pegan a alguien o a la pared.

El problema de esto es que no nos permite resolver los conflictos y entonces se repiten y se repiten y nos amargan la vida. Tampoco recibimos lo que necesitamos de los demás porque no sabemos explicarlo y ni siquiera sabemos bien qué necesitamos.  Pero ¿cómo podemos parar este rollo tan sufridor?

Entre el estímulo que percibimos por los sentidos y la respuesta a dicho estímulo hemos de crear intencionalmente una brecha de consciencia. La práctica de la meditación nos ayuda a hacer esta brecha (o pausa) y nos entrena para repetirla. Al principio lo lograremos pocas veces y con la práctica y la propia plasticidad del cerebro se va creando un hábito de esta nueva manera de usar la mente.

mente de mono

La codicia, la imaginación y la ética

Urgyen Sangharakshita en su libro «Conoce tu mente» escribió sobre el apego codicioso (Raga en Pali) lo siguiente: «Cuando nos complacemos a nosotros mismos sin considerar que nuestras acciones tendrán consecuencias y no tomamos en cuenta cómo saldrán afectados los demás, podemos hablar de algún modo de una falla básica de la imaginación». ¡Toma ya!

Habla de la imaginación como una herramienta para erradicar la avidez (la codicia) y en especial de cómo usarla con ética. En otras palabras, nos viene a decir que somos responsables de lo que imaginamos y de sus consecuencias. Más adelante dice que sin imaginación tampoco puede existir la empatía ni la generosidad. La generosidad, por ejemplo, implica sentir las necesidades de la otra persona tan cercanas como sentimos las nuestras.

Usar la imaginación sin ocuparnos de su aspecto ético va creando surcos de pensamiento, tendencias más marcadas, formas de imaginar. Entonces cabría preguntarnos: ¿qué aspectos del vivir y del convivir estamos convirtiendo en la tendencia (surco profundo) de nuestra mente-corazón? ¿Qué aspectos de mi propia vida y de mi manera de ver la vida y de interpretar lo que vivo quiero que sean los predominantes?

La pregunta es si le estamos dando un buen uso a la capacidad humana de la imaginación. Y como «buen uso» quiero decir que nos genere bienestar a largo plazo a nosotras mismas y a los demás y no más estados perturbadores de la mente y del corazón.

mente de mono

Tres estrategias mindful para gestionar la mente de mono

Estas estrategias son válidas para cuando estamos meditando en el cojín de meditación y también para cualquier momento de la vida cotidiana. Mientras más veces practiquemos mindfulness pues más veremos los resultados. 

"No encierres al mono en una jaula porque chillará más."

Al deseo de experiencias sensoriales hay que «atenderlo» sin por ello distraernos demasiado ni doblegar nuestra voluntad.  No es posible reprimir del todo un deseo. De hecho si no le haces caso a ese deseo saldrá por otro lado en forma de otro deseo obsesivo. 

Lo que buscamos es darnos cuenta de que la mente de mono está encendida durante la meditación y también fuera del cojín. Con ese «darnos cuenta» ya habremos hecho un montón de avance y si además no nos enojamos cuando nos distraemos habremos practicado la auto-compasión.

Vivir como una especie de robot, casi sin consciencia sobre mis actos, siempre me ha parecido un desperdicio de vida. Además es mega peligroso también. Quiero estar presente en mi vida, no quiero vivir como una zombie, que se tropieza en cada esquina. Seguro que tú piensas lo mismo que yo.

Cuando empecé con mi práctica budista hace 9 años reflexioné muchísimo sobre el deseo de experiencias sensoriales y la enajenación. Pude ver la relación de dicho deseo con miles de situaciones desde meterme en relaciones que claramente eran inequitativas hasta lesionarme un codo barriendo porque barrí obsesivamente durante horas mientras estaba secuestrada por pensamientos rumiativos.

Un buen día decidí romper la inercia programando tres alarmas en el móvil con un mensaje especial para mí misma que decía: ¿Qué te está pasando en este preciso momento? Entonces cuando sonaban dejaba todo por unos minutos e intentaba sentirme por dentro y por fuera.

Este ejercicio pequeño y diario me sirvió para darme cuenta de que me trataba muy mal a mí misma, que prácticamente no consideraba mis emociones ni mis necesidades ni lo que ellas estaban tratando de decirme.

La otra cosa que noté es que suelo utilizar más fuerza de la necesaria para hacer las cosas sin tener consciencia de ello y que eso era el origen de algunas lesiones que me había hecho como la fascitis plantar. Poco a poco he ido aprendiendo a relajarme y a equilibrar el uso de mi fuerza y energía. Aún me pasan imprevistos pero mi capacidad de atención plena sobre lo que hago, siento y pienso está a años luz de lo que era cuando empecé a meditar.

Toma nota mental de la distracción. Ponle etiqueta.

Para atajar los pensamientos obsesivos o las distracciones durante la meditación te puede ser útil hacer anotaciones mentales. Cuando te pique la espalda sólo di mentalmente «sensación, picor en la espalda» y regresa tu atención a la respiración o retoma la meditación que estés haciendo en donde la dejaste.

Si lo que está surgiendo es un pensamiento insistente del tipo «no he puesto la lavadora» o «he de enviar el archivo para la reunión de mañana» haz lo mismo di mentalmente «pensamiento, lavadora» o «pensamiento, enviar archivo».

Trata de ser concisa, no necesitas escribir mentalmente una novela de Corín Tellado sobre el pensamiento obsesivo. (Risas.) Simplemente es una anotación breve.

Primero decimos la categoría general (sensación, pensamiento, emoción) y luego brevemente el contenido (picor en la espalda o simplemente picor).

Esta práctica viene muy bien para la ansiedad. Cuando te sientas estresada o ansiosa aumenta la frecuencia del etiquetado mental. Úsalo incluso cuando estés bien, mientras más lo uses más te acostumbrarás y luego saldrá en automático.

mente de mono

Yo lo uso mucho cuando estoy trabajando y pierdo la concentración, entonces me detengo veo qué pensamiento/emoción/comportamiento obsesivo está surgiendo y lo etiqueto y luego retomo lo que estoy haciendo.

Suelo describir a los pensamientos rumiativos como una criatura necesitada de atención.

Imagina a un niño tirando de la falda de su madre para que ella lo atienda. Si la madre no le hace caso tirará más fuerte. Entonces el etiquetado mental de la distracción funciona como la madre que se voltea y le dice a ese niño «Sí, mi amor, ya te escuché. En 5 minutos nos vamos al parque».

Si te interesa el tema de la gestión de los pensamientos negativos te recomiendo este episodio de mi podcast.

Toma nota por escrito.

Es lo mismo que la estrategia anterior, pero apuntas el etiquetado en una libreta o hoja que prepares antes de meditar y la pongas junto a tu cojín de meditación.

Esta estrategia es mejor usarla sólo cuando realmente la distracción es tan insistente que prácticamente no te deja meditar. A veces es más recomendable parar de meditar un rato, hacer la anotación y luego seguir meditando que estar peleando acérrimamente contra la dispersión.

Lo que buscamos con la meditación es domesticar la mente, pero hacerlo de una forma amable y no caerle a palos. Sé amable. Nunca olvides que, paradójicamente, la mente, el corazón y el cuerpo que ahora tienes son también tu oportunidad para salir de la enajenación, para Despertar y liberarte del sufrimiento.

Las 3 recomendaciones de la semana

Morris Berman escribió: «La ciencia y la tecnología modernas no sólo se basan en una actitud hostil hacia el ambiente, sino también en la represión del cuerpo y del inconsciente; y a menos que éstos puedan recuperarse, a menos que la conciencia participativa pueda ser restaurada de un modo que sea científicamente (o al menos racionalmente) creíble y no meramente una recaída en un animismo ingenuo, entonces el significado de lo que es ser una criatura humana se habrá perdido para siempre.»

  • Libro «Cómo ser un estoico» de Massimo Pigliucci.
  • Canción «You can’t always get what you want» de The Rolling Stones.
  • Película «La Isla (Seom)» de Kim Ki-duk o cualquiera de Lars von Trier.

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