«Vivimos en una sociedad en que nos enorgullecemos de llenar nuestras agendas hasta límites explosivos.” Carl Honoré

Si vamos corriendo a todas partes… si no nos regalamos a nosotras mismas unos minutos o más diariamente para vivir con lentitud, para desacelerar, el ritmo agitado de las ciudades se nos «mete en la piel»: adoptamos esa velocidad como un modo de vida, como una forma de ser. Comenzamos a ser autómatas y nuestras respuestas ante los estímulos que reciben nuestros sentidos y nuestra mente se vuelven predecibles y poco creativas. Este mismo patrón de respuesta se repite como un eco en todos los aspectos de nuestras vidas. Ya no tenemos tiempo para tomarnos un café con una amiga, ni para ver el atardecer hasta que se esconde detrás del horizonte. Tampoco para jugar con nuestros hijos, realmente jugar, no fingir que jugamos mientras estamos pensando en otra cosa.

El zumo de la vida, su esencia, esos pequeños momentos placenteros de atención plena, momentos de entrega total al privilegio de seguir vivas, se vuelven eventos extraordinarios. Y dejamos de darnos cuenta de un hecho doloroso, pero real: nuestra vida se ha vuelto así, porque nosotros lo hemos elegido a través de decisiones y acciones poco conscientes, automáticas, condicionadas. Hemos elegido eso automáticamente al no estar presentes y «despiertas» en nuestras vidas. Nos hemos dejado arrastrar o más bien atropellar por la agitación colectiva y social, por el clamor del cemento, las lógicas de la modernidad, los fenómenos como «Gran Hermano» y la inmediatez de los tweets.

¿Dónde hemos dejado la poética del vivir?

¿Por qué hemos renunciado a ella tan fácilmente? ¿Por qué nos resignamos a convivir más tiempo con el smog que con las olas que vienen y van en la playa de la Barceloneta? Como escribió Armando Rojas Guardia en su artículo «¿Qué es vivir poéticamente?» publicado por prodavinci.com:

Vivir poéticamente es vivir desde la atención: constituirse en un sólido bloque sensorial, psíquico y espiritual de atención ante toda la dinámica existencial de la propia vida, ante la expresividad del mundo, ante la sinfonía de detalles cotidianos en los que esa expresividad se concreta (ello implica un refinamiento orquestal de la vida de nuestros sentidos y un esfuerzo consciente por aquilatar nuestra percepción de los objetos que pueblan nuestro entorno).

A cada instante estamos eligiendo un estilo de vida que tendrá sus consecuencias, ¿no crees que vale la pena detenerte por unas horas y preguntarte a ti misma si deseas continuar viviendo así: con prisas, sin calidad de tiempo para ti misma y para tus seres más queridos? ¿sin tiempo ni ánimo para decir buenos días a tus vecinos? ¿Por qué es tan mal vista la lentitud? El estado actual del mundo es una acumulación de decisiones colectivas que se han creado a partir de nuestros «mundos» individuales.

¿Qué es lo que «mi mundo» aporta al Mundo? Son muchas preguntas, es verdad, y necesitamos desacelerar, reflexionar, inhalar, exhalar, conectarnos con nuestras necesidades más profundas y observar la vida que llevamos tal y como es. ¿Me hace bien vivir así? ¿Le hace bien a mis seres queridos? ¿Mi pequeño mundo individual le hace bien al Mundo? ¿Qué estoy dando a los demás?

Este acercándose el fin del año 2015, se acercan los días de hacer un balance y decidir si queremos seguir haciendo las cosas como hasta ahora y queremos obtener los mismos resultados. La fortuna que tenemos los seres humanos es que podemos cambiar. ¡Elige una forma de vivir, una ética personal, que te permita obtener resultados diferentes!

¡Si te gustó esto, por favor, compártelo en tus redes sociales!

Nadir Chacín

Barcelona Mindfulness para mujeres Meetup

Deja tu comentario. Tu correo electrónico no será publicado.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.